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martes, 26 de febrero de 2013

Catholic.net - Jolanta ha muerto

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Catholic.net - Orígenes de los Siervos de María

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Catholic.net - Nicolás Kao Shi Qian

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El cardenal que no podrá votar en el cónclave, por haber nacido dos días "antes"

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Benedicto XVI será Papa emérito y seguirá usando la sotana blanca

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Las lecciones del Papa profesor que pasarán a la Historia

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lunes, 18 de febrero de 2013

Tomáš Špidlík, SJ (17 de diciembre de 1919 – 16 de abril de 2010)

Su larga vida y su singular camino de fe testimonian que es Dios quien guía a los que se ponen en sus manos. Pero el cardenal Spidlík también ha recorrido un rico itinerario de pensamiento, comunicando siempre con ardor y profunda convicción que el centro de toda la Revelación es un Dios Tripersonal y que, por consiguiente, el hombre creado a su imagen es esencialmente un misterio de libertad y de amor, que se realiza en la comunión: la manera de ser de Dios. Esta comunión no existe por sí misma, sino que procede —como no se cansa de afirmar el Oriente cristiano— de las Personas divinas que se aman libremente. La libertad y el amor, elementos constitutivos de la persona, no se pueden aferrar mediante las categorías racionales, por lo que no se puede comprender a la persona si no es en el misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y en la comunión con él, que se convierte en acogida de la "divino-humanidad" también en nuestra existencia. Fiel a este principio, el cardenal Spidlík ha entretejido a lo largo de los años una visión teológica sagaz y en muchos aspectos original, en la que confluyen orgánicamente el Oriente y el Occidente cristianos, intercambiándose recíprocamente sus dones. Su fundamento es la vida en el Espíritu; el principio del conocimiento: el amor; el estudio: una iniciación a la memoria espiritual; el diálogo con el hombre concreto: un criterio indispensable; y su contexto: el cuerpo siempre vivo de Cristo, que es su Iglesia. Estrechamente vinculada a esta visión teológica está la paternidad espiritual, que el cardenal Spidlík ha ejercido constantemente y sigue ejerciendo. Hoy podríamos decir que en torno a él, en la celebración de los Divinos Misterios, se reúne una "pequeña descendencia" espiritual suya, el "Centro Aletti", que quiere recoger sus preciosas enseñanzas, haciéndolas fructificar con nuevas intuiciones y nuevas investigaciones, también mediante la representación artística.” (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON OCASIÓN DEL 90° CUMPLEAÑOS DEL CARDENAL TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.) Unas de las últimas palabras pronunciadas por el difunto cardenal Špidlík fueron estas: «Durante toda la vida he buscado el rostro de Jesús, y ahora estoy feliz y sereno porque me voy a verlo». Este estupendo pensamiento —tan sencillo, casi infantil en su expresión y, sin embargo, tan profundo y verdadero— remite inmediatamente a la oración de Jesús, que resonó hace poco en el Evangelio: «Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado; porque me has amado antes de la creación del mundo» (Jn 17, 24). Es hermoso y consolador meditar esta correspondencia entre el deseo del hombre, que aspira a ver el rostro del Señor, y el deseo del propio Jesús. En realidad, la de Cristo es mucho más que una aspiración: es una voluntad. Jesús dice al Padre: «Los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo». Es precisamente aquí, en esta voluntad, donde encontramos la «roca», el fundamento sólido para creer y esperar. ¡Qué inmenso don escuchar esta voluntad de Dios de sus propios labios! Pienso que los grandes hombres de fe viven inmersos en esta gracia, tienen el don de percibir con especial fuerza esta verdad, y así pueden afrontar también duras pruebas, como hizo el padre Tomáš Špidlík, sin perder la confianza, más aún, conservando un vivo sentido del humor, que ciertamente es una señal de inteligencia pero también de libertad interior. Bajo este aspecto, era evidente la semejanza entre nuestro amado cardenal y el venerable Juan Pablo II: ambos solían tener salidas ingeniosas o hacer bromas, aunque durante su juventud habían vivido experiencias personales difíciles y, en ciertos aspectos, parecidas. La Providencia hizo que se encontraran y colaboraran por el bien de la Iglesia, especialmente para que aprenda a respirar plenamente «con sus dos pulmones», como le gustaba decir al Papa eslavo. Esta libertad y presencia de espíritu tiene su fundamento objetivo en la resurrección de Cristo. Me complace subrayarlo porque nos encontramos en el tiempo litúrgico pascual y porque lo sugieren la primera y la segunda lectura bíblica de esta celebración. En su primera predicación, el día de Pentecostés, san Pedro, lleno de Espíritu Santo, anuncia que en Jesucristo se cumple el salmo 16. La esperanza y la alegría de Jesús resucitado son también la esperanza y la alegría de sus amigos, gracias a la acción del Espíritu Santo. Lo demostraba habitualmente el padre Špidlík con su manera de vivir, y con el paso de los años este testimonio suyo era cada vez más elocuente, porque, pese a su avanzada edad y a los inevitables achaques, su espíritu permanecía lozano y juvenil. «Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas» (1 P 1, 3.6). También aquí se manifiesta claramente que la esperanza y la alegría son realidades teologales que emanan del misterio de la resurrección de Cristo y del don de su Espíritu. Podríamos decir que el Espíritu Santo las toma del corazón de Cristo resucitado y las infunde en el corazón de sus amigos. He querido introducir la imagen del «corazón» porque, como muchos de vosotros sabéis, el padre Špidlík la eligió para el lema de su escudo cardenalicio: Ex toto corde, «con todo el corazón». Esta expresión se encuentra en el libro del Deuteronomio, dentro del primer y fundamental mandamiento de la ley, donde Moisés dice al pueblo: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 4-5). Así pues, «con todo el corazón» —ex toto corde—, se refiere al modo como Israel debe amar a su Dios. Jesús confirma la primacía de este mandamiento, al que acompaña el del amor al prójimo, afirmando que es «semejante» al primero y que de ambos dependen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22, 37-39). Al elegir este lema, nuestro venerado hermano, por decirlo así, puso su vida dentro del mandamiento del amor, la inscribió por completo en el primado de Dios y de la caridad. Hay otro aspecto, un significado más de la expresión ex toto corde, que seguramente el padre Špidlík tenía presente y quería manifestar con su lema. También a partir de la raíz bíblica, en la espiritualidad oriental el símbolo del corazón representa la sede de la oración, del encuentro entre el hombre y Dios, pero también con los demás hombres y con el cosmos. Y aquí es preciso recordar que en el escudo del cardenal Špidlík el corazón, que destaca en el escudo, contiene una cruz en cuyos brazos se entrecruzan las palabras PHOS y ZOE, «luz» y «vida», que son nombres de Dios. Por consiguiente, el hombre que acoge plenamente, ex toto corde, el amor de Dios, acoge la luz y la vida, y se convierte a su vez en luz y vida en la humanidad y en el universo. Pero, ¿quién es este hombre? ¿Quién es este «corazón» del mundo, sino Jesucristo? Él es la Luz y la Vida, porque en él «reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). Y aquí me complace recordar que nuestro difunto hermano fue miembro de la Compañía de Jesús, es decir, hijo espiritual de san Ignacio, el cual pone en el centro de la fe y de la espiritualidad la contemplación de Dios en el misterio de Cristo. En este símbolo del corazón coinciden Oriente y Occidente, no en un sentido de devoción sino profundamente cristológico, como pusieron de relieve otros teólogos jesuitas del siglo pasado. Y Cristo, figura central de la Revelación, es también el principio formal del arte cristiano, un ámbito en el cual el padre Špidlík fue un gran maestro, inspirador de ideas y de proyectos expresivos que han encontrado una síntesis importante en la capilla Redemptoris Mater del palacio apostólico. (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA CAPILLA PAPAL PARA LAS EXEQUIAS DEL CARDENALE TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.) Tomás Spidlík ha sido maestro de generaciones de estudiantes en muchas universidades, entre ellas la Gregoriana y el Instituto Pontificio Oriental donde enseñó durante más de cuarenta años. Nació en 1919 en Boskovice, Moravia, vive y trabaja desde 1991 en el Centro Ezio Aletti, una casa de la Compañía de Jesús donde se estudia la tradición del Oriente cristiano en su relación con el mundo contemporáneo y donde se promueve la convivencia entre ortodoxos y católicos de rito latino y oriental. La obra del padre jesuita Spidlík, creado cardenal en el último consistorio, es fruto de años y años de diligente investigación y reflexión, unidas a una gran sensibilidad artística por la cultura contemporánea. Estos dones propios el padre Spidlík los ha difundido ampliamente, introduciendo, como pionero, en la espiritualidad y en la teología orientales. «La gran renovación en Oriente tuvo lugar entre los siglos XIX y XX con la llamada “oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Es una oración análoga a la del rosario latino. Y yo, cuando hablo del rosario, digo siempre que hay que aprender a rezarlo como se reza en Oriente la oración de Jesús». Serafino de Sarov era un hombre sencillo que repetía incesantemente una oración sencilla: «Dios mío, ten piedad de mí, pecador»; y a la gente, que cada vez más numerosa, iba a pedirle consejos, él, viejo y con una sonrisa «incomprensiblemente radiosa» –como se lee en sus biografías–, tras recibirla con un saludo pascual –«¡Buenos días, alegría mía! ¡Cristo ha resucitado!»–, aconsejaba las prácticas más sencillas: la oración, la contrición, la comunión frecuente, el temor de Dios, el perdón de las ofensas, las obras de misericordia. En Occidente la mentalidad técnica ha llevado al racionalismo y, como reacción, ha aparecido lo contrario: la espiritualidad irracional. Al final el Papa ha tenido que escribir una encíclica sobre el uso sano de la razón. La espiritualidad del corazón debe ser un remedio, una medicina contra ese racionalismo que lleva al irracionalismo. He tenido que luchar mucho sobre la noción de corazón, sobre la plegaria del corazón. Al principio, esta noción encontró algunas dificultades en estos hombres racionales. El arte que se manifiesta en los iconos, en la imagen sagrada y en la liturgia. Cuando se enseña la doctrina sólo con los conceptos racionales, evidentemente el misterio es muy limitado. En cambio, el símbolo mantiene la plena riqueza de significados. No hay que entender el símbolo como atributo decorativo. La palabra símbolo hay que entenderla a la letra, como signo visible e inmediatamente perceptible de la realidad que indica. Por eso Jesús habló siempre con parábolas, con símbolos; y la liturgia oriental está llena de símbolos, es un icono vivo. «Vivimos en la época de la imagen y la gente no sabe leer las imágenes que expresan lo espiritual». Tenemos que aprender de los iconos, no imitarlos servilmente, sino dejarnos inspirar por ellos para hacer algo muy parecido. Ahora bien, respirar con dos pulmones no significa discutir sobre cuál es el mejor, si el occidental o el oriental, sino saber lo que según ciertos aspectos es mejor en Oriente o en Occidente. Los antiguos concilios escribían: símbolo de fe. El hombre moderno dice: definición de fe. No es lo mismo. El Credo no es la definición de la fe, el Credo es el símbolo de la fe; y en este símbolo yo debo comprender mi propia fe. Además, yo digo que, en cierto sentido, hemos falsificado el Credo. No con el Filioque, sino con una coma, porque decimos: «Credo in unum Deum» coma, y luego «Patrem omnipotentem». En aquellos tiempos no había ateos, pero el primer artículo de fe era «creo en un sólo Dios Padre» Yo creo que Dios es padre, esta es la profesión de fe, la paternidad, y con el padre se habla. «Credo in unum Deum» en sí puede también significar otra cosa, porque puedo creer también que Dios es una idea o una ley del mundo. En cambio, la verdad cristiana es «creo que Dios es padre». Así pues, la primera fuente es la oración al Padre.

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"Gracias Benedicto XVI"

“Humilde, generoso, un hombre que deja huella en el corazón de los cristianos”. La plaza de San Pedro de Roma no para de recibir peregrinos que quieren dar su apoyo y sobre todo su agradecimiento a Benedicto XVI por su labor, para con la Iglesia. Publicado por Radio Vaticana

Admirable sabiduría humana y cristiana, Benedicto no nos abandona

«Humilde trabajador de la viña del Señor», que «vive ante Dios en la fe en libertad de espíritu», sentiremos la intensidad de su oración por, la Iglesia, su Sucesor y por nosotros. Reflexionando sobre la declaración de Benedicto XVI, que sacudió al mundo, e invita a un renovado compromiso y esperanza, el Director General de Radio Vaticano y de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Padre Federico Lombardi, titula su editorial con las palabras «Después de la renuncia»: La declaración de la renuncia al Pontificado de parte de Benedicto XVI, el pasado lunes, sacudió al mundo, siendo tan inesperada e inusual para la mayoría, dentro y fuera de la Iglesia y el Vaticano. Todos quedamos profundamente impactados y todavía estamos intentando enfocar su alcance y su significado. Pero, para ser sinceros, es una decisión que sorprendió más a quien no lo conocía, que a los que lo conocían bien y lo seguían con atención. Había hablado claramente de esta eventualidad en tiempos insospechables, en el libro–entrevista “Luz del mundo”. Tenía una forma siempre discreta y prudente de hablar de los compromisos futuros de su pontificado; quedaba absolutamente claro que estaba desarrollando una misión recibida, en lugar de ejercitar un poder poseído. Verdaderamente no había sido falsa humildad aquella con la cual se calificó, en el preciso comienzo de su pontificado, como “un humilde trabajador de la viña del Señor”, siempre atento en emplear con sabiduría sus fuerzas físicas no exuberantes, para poder desarrollar mejor la inmensa tarea encomendada, de forma para él inesperada, en una edad más bien avanzada. Admirable sabiduría humana y cristiana de quien vive ante Dios en la fe en libertad de espíritu, conoce sus responsabilidades y sus fuerzas e indica con su renuncia una perspectiva de renovado compromiso y esperanza. Un gran acto de gobierno de la Iglesia, no tanto como alguien piensa, porque el Papa Benedicto ya no sentía las fuerzas necesarias para guiar a la Curia romana, sino porque, para afrontar hoy los grandes problemas de la Iglesia y del mundo, de los que él es más que consciente, se requiere fuerte vigor y un horizonte de tiempo de gobierno proporcionado a empresas pastorales de amplio respiro y no breve duración. Benedicto no nos abandona en el tiempo de la dificultad, con confianza invita a la Iglesia a encomendarse al Espíritu y a un nuevo Sucesor de Pedro. En estos días, ha dicho que siente casi físicamente la intensidad de la oración y del afecto que lo acompaña. Nosotros, por nuestra parte, sentiremos la intensidad única de su oración y de su afecto a su Sucesor y a nosotros. Probablemente esta relación espiritual será aún más profunda y más intensa que antes. Comunión intensa en una libertad absoluta. Federico Lombardi, sj Publicado por Radio Vaticana

Cardenal Ravasi: Misión de Benedicto XVI: Oración, Intercesión

Rezar es amar mirando a Dios a los ojos. Con la exposición eucarística y las segundas vísperas del primer domingo de Cuaresma, comenzaron los ejercicios espirituales de Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia Romana, en la capilla dedicada a la Madre del Redentor, del Palacio Apostólico. Profundizando sobre el tema «Ars orandi, ars credendi. El rostro de Dios y el rostro del hombre en la oración». Introduciendo la primera meditación, el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi se dirigió a Benedicto XVI, refiriéndose a su misión futura y evocó la figura bíblica de Moisés, que sube al monte a rezar por el pueblo de Israel, que en el valle lucha contra Amalek: «Esta imagen representa su función principal para la Iglesia, es decir la intercesión, interceder: nosotros nos quedamos en el ‘valle’, donde está Amalek, donde está el polvo, los miedos, aun más, los terrores y pesadillas, pero también las esperanzas – donde usted ha permanecido durante estos ocho años con nosotros. Pero, de ahora en adelante, sabemos que, en el monte, está su intercesión por nosotros». El purpurado elegido por el Santo Padre para predicar este año los ejercicios espirituales de Cuaresma, puso de relieve la importancia del silencio interior, alentando a liberarse de los ruidos que se multiplican sobre todo en estos días: «Pienso que también para nosotros los ejercicios, estos momentos, son como liberar el alma del polvo de las cosas materiales, también del fango del pecado, de la arena de lo banal, de las ortigas de las habladurías, que sobre todo en estos días, ocupan ininterrumpidamente nuestros oídos». Con los Salmos, meditando sobre cuatro verbos, el Cardenal Ravasi señaló que rezar es respirar, porque la oración es como el aire para nuestra vida. Rezar es pensar, es conocer a dios, como hacía María que custodiaba los eventos en su corazón. Rezar es también luchar con Dios, sobre todo cuando se está en la aridez, en la oscuridad de la vida, cuando elevamos al cielo nuestro clamor desesperado, que puede parecer blasfemo. Rezar es amar, poder abrazar a Dios y la oración es algo así como la mirada silenciosa entre dos enamorados: «Como saben – lo decía Pascal – en la fe, al igual que en el amor, los silencios son más elocuentes que las palabras. Dos enamorados, cuando acaban todo el repertorio de lugares comunes de su amor, si están verdaderamente enamorados, se miran a los ojos y callan».

La búsqueda espiritual

Encontrar a Dios en el silencio

La sabiduría de otras tradiciones

Una opción de vida: ser religioso

LOS NOCHEROS - La Lopez Pereyra [HD] Official Video Clip

La mirada de Elsa Punset: la capacidad de empatía